Un estudio portugués publicado en el American Journal de Medicina Física (2021) y otro de la Universidad de Valencia junto a una universidad chilena, dejan evidencia científica acerca del impacto que tuvo la pandemia y el tiempo de encierro, en el desarrollo psicomotriz de los niños y niñas en etapa preescolar y escolar.
Karin Muñoz, académica de la carrera de Kinesiología de la Pontificia Universidad Católica, sostiene que "existe un costo en las habilidades motrices fruto del prolongado confinamiento y la sensación generalizada de temor ante el riesgo de contagio, lo que sin duda influyó en la sobreprotección de muchos niños que dejaron de moverse y explorar nuevas habilidades de acuerdo a su edad cronológica".
La especialista aclara que sin duda los niños en edad preescolar que no concurrieron a sala cuna, hoy manifiestan una serie de habilidades motoras y sociales disminuidas, que si bien son recuperables, evidencian el impacto del encierro. "Experimentar espacios seguros de socialización y libertad para moverse, explorar y aprender, es sin duda una instancia de la que muchos se vieron privados, más aún aquellas familias que viven en lugares reducidos o que tuvieron algún miembro contagiado en el hogar", precisa Muñoz.
Los niños se vinculan con otro y con su entorno a través del movimiento, situación que fue especialmente adversa para aquellos niños que nacieron en los dos últimos años, explica Karin Muñoz. Para la kinesióloga, los primeros 24 meses de vida permiten que el niño/a se conozca a sí mismo, coordine mano y boca, aprenda a controlar sus movimientos corporales y maneje sus limitaciones físicas, siendo un proceso de alta complejidad a nivel motor y nervioso.
Los expertos hablan hoy de "niños pandémicos", refiriéndose precisamente a aquellos que no han logrado obtener confianza en sus movimientos y alcanzar el desapego oportunamente. A ellos se suma que gran parte de los hogares no cuentan con espacios exclusivamente destinados al juego, por lo que aprendieron a moverse y a jugar en el dormitorio o en el living, sin la posibilidad de trepar, saltar o colgarse. Asimismo, los padres en la modalidad de teletrabajo, tampoco supieron o pudieron intencionar actividades físicas y recreativas con este propósito.
En cuanto a los hallazgos en los niveles escolares, la académica señala que si bien el impacto motor es menor, se observa una baja percepción de la competencia motriz. "Los niños y niñas hoy no se sienten tan seguros de sus habilidades motrices que tenían hace un par de años y ello influye directamente no solo en la elección de sus actividades físicas, sino también en la autoestima". Las nociones de agilidad, destreza o rapidez, o bien el talento en deportes como el fútbol, el patinaje e incluso andar en bicicleta, hoy se ve distorsionado en cuanto a la autovaloración, aspecto que deberán reforzar padres y educadores.
En este sentido, Enrique Cerda, director de la Carrera de Pedagogía en Educación Física y Salud de la Pontificia Universidad Católica, añade que: "recuperar las competencias motrices es fundamental para los niños, pues éstas permiten la socialización entre sus pares y regular de mejor forma las emociones. Junto con esto existe evidencia que demuestra que los niños que han desarrollado de manera más amplia sus habilidades motrices también mejoran sus funciones ejecutivas. Estas últimas incluyen aspectos como la memoria de trabajo, la flexibilidad cognitiva y el autocontrol, todos estos aspectos son fundamentales para el aprendizaje de los niños, sus relaciones con adultos y pares, mantener un adecuado clima en la sala de clases y también en los patios y casas".
Enrique Cerda concluye señalando que la evidencia nos muestra que aquellos niños que tienen menores habilidades motrices, participan menos de todo tipo de expresiones en este ámbito, lo que tiende a perpetuar el problema en el tiempo, y si a esto le sumamos que a estas edades se adquieren numerosos hábitos incluyendo el de la práctica física, estamos garantizando que tendremos jóvenes y adultos que se moverán menos y por lo tanto tendrán factores de riesgo para su salud especialmente relacionados con las enfermedades crónicas no transmisibles, entre ellas la obesidad, diabetes tipo 2, hipertensión arterial y otras.
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