Era un mundo completamente con tonalidades naranjas, algunas muy intensas, otras leves y no había vegetación. Por ahí avanzaba Zahidra empuñando segura una lanza en una mano y llevando a su hijo Ralil en la otra.
Zahidra guiaba el paso de Ralil y éste, curioso, miraba el cielo e incluso más allá de la vastedad del cenit anaranjado, más allá de su mismo planeta.
La delgada y alta figura de Zahidra, vestida sólo con un taparrabos, avanzaba tomando firme al pequeño Ralil, hasta que llegaron juntos a un acantilado, abajo un gran cañón, más allá un valle y más allá la vastedad de este mundo nuevo.
Un viento suave acarició a madre e hijo y ambos contemplaron las montañas, las quebradas y el cielo anaranjado, totalmente extasiados.
Mientras Ralil miraba hacia la vastedad, Zahidra cerró sus ojos y soñó con un Ralil ya adulto, caminando solo, seguro y sin miedo a nada en ese mundo que era absolutamente suyo. Su corazón se llenó aún más de amor maternal mientras sentía el calor de la mano de su pequeño en la suya.
El mundo naranjo era de estos dos seres unidos en amor. Nadie se los podía quitar.
Sandra despertó, recordó el sueño, tocó su barriga de ocho meses de embarazo y empezó a dibujar escenas de su sueño. También escribió dos nombres: Zahidra y Ralil.
Al mes nació su hijo Tomás.
Sandra Leiva, periodista titulada de la Universidad Austral de Chile, actual jefa de gabinete de la Seremi de Desarrollo Social y la Familia y presidenta del Colegio de Periodistas de Los Ríos era una joven soñadora, artista y aventurera. Hacía unos años se había ido a vivir a España y después a Andorra a trabajar en el gremio del turismo de esos países.
Al regresar a Chile en 2001 se le ocurrió la idea de radicarse en Valparaíso y sumarse a la movida cultural del puerto, sin embargo, tuvo que desechar ese panorama.
Las señales eran claras, sin programarlo se dio cuenta que estaba embarazada.
Un 14 de julio 2002 tuvo a su primera hija, Martina, y desde ese momento la prioridad de Sandra fue su hija.
“Mi vida cambió y tuve que tomar decisiones de cómo brindar las mejores oportunidades a mi hija y la primera decisión fue quedarme en Valdivia porque necesitaba una red de apoyo y la tenía en mi familia y mi madre”, indica.
La suerte le sonrió a esta madre primeriza, pues al mes de dar a luz encontró trabajo en el programa Puentes del Fosis y con horarios que podía definir y además trabajó con la Asociación de Rodeo de Valdivia.
“Fui conciliando el tema de la maternidad con el trabajo y lo tomé de una manera natural que tiene que ver con la crianza, con los valores”, expresó Sandra.
Para Sandra, nada habría sido posible sin la ayuda de mamá Tita, María Poveda, a quien identifica como la matriarca de su familia, la que mueve las cosas y las vidas de quienes la rodean.
“La que mandaba en la casa era mi mamá. Siempre fuimos una familia muy unida con valores muy marcados, por eso no fue una decisión forzosa tener que cambiar mi vida por la llegada de mi hija, todo lo contrario, mi hija fue un regalo para mi familia, fue el centro del universo y la alegría”, expresa Sandra.
“Mi mamá ya tiene 81 años y nos sigue regaloneando con sus mermeladas, conservas, kuchenes de frambuesa, de plátano o manzana. Todos los domingos vamos a almorzar con ella y en general puedo decir que yo voy todos los días”, se ríe Sandra.
Su fuerza matriarcal ha sido tan grande que hace dos años mamá Tita, Sandra y su hija Martina decidieron tatuarse el mismo día como símbolo de amor y de la fuerza femenina de su familia.
Sandra a través del sueño que tuvo sobre Zahidra y Ralil se dio cuenta que su segundo hijo Tomás iba a ser diferente.
“Ese sueño yo lo dibujé y lo interpreté como un mensaje y al mes siguiente nace mi hijo. Nosotros con el papá nos dimos cuenta que el niño era distinto, su mirada siempre era hacia el vacío. Te miraba y te traspasaba”, recuerda la periodista.
Tomás a sus tres años de vida cumplió todas las etapas normales de desarrollo, pero había señales que indicaban la singularidad del niño.
Su pediatra lo evaluó y lo derivó a una neuróloga. El diagnóstico: Tomás tenía Trastorno del Espectro Autista (TEA).
“Me sentí indefensa. Tener un niño distinto en una sociedad donde no hay una aceptación del otro es difícil. Decimos que vivimos en un país democrático y ni siquiera se respeta la opinión del otro”, reflexiona.
En el jardín infantil Tomás tenía poca sociabilización con otros niños. Prefería jugar solo o tenía dificultades con la motricidad fina y sus educadores no tenían las herramientas para tratar a un niño que no tenía discapacidad mental.
“Yo ahora entiendo lo que es ser mamá de un niño con TEA. Es un niño solo en un mundo solo, entonces ¡cómo le abres el mundo a un niño que quiere estar solo?”, añade.
Sandra Leiva también criticó “la integración discursiva” del Estado chileno. “Los PIE (Programa de Integración Escolar) no han sido reformulados, ahora con la ley TEA se podría apreciar cierto ajuste. Con una pandemia entre medio me di cuenta que las escuelas están en crisis, entonces, qué queda para los niños TEA. En pandemia yo tuve que ser la profesora y preparar las guías de mi hijo”, apunta.
El nacimiento de Tomás implicó un nuevo cambio en la vida de Sandra. Por su condición Tomás necesita estructuras para funcionar en su vida y eso hizo que Sandra también incorpore eso para vivir.
“Si yo no estructuro mi semana no podría trabajar, estar en el Colegio de Periodistas ni ser mamá. Tengo que anticiparme y planificar todo”, manifiesta.
A Sandra le gustaría que Tomás sea incluido de forma real en la sociedad. El niño ya a sus 11 años demuestra notables habilidades con su pensamiento abstracto, con las matemáticas y el ajedrez. “Mi niño ya sabe de ecuaciones de primer, segundo y tercer grado, sabe de trigonometría y la escuela no tiene las capacidades para abordar esas habilidades”, dice Sandra Leiva.
“Con la Ley TEA creo que en 10 años vamos a poder hablar de una sociedad más inclusiva porque se van a poder generar políticas públicas y acciones concretas, desde preparar a educadores y hasta educar a los niños”, indicó.
Sandra Leiva dice que a los niños como Tomás se le evalúa con el mismo parámetro del resto de los niños porque el sistema no sabe cómo educarlos.
Al pensar sobre el futuro de su hijo, Sandra dice que sólo piensa en el día a día. “A veces hay días difíciles, es obsesivo. Ahora está haciendo una terapia grupal porque quiero que aprenda a socializar con otros niños. Él no sabe jugar con niños, pero sí sabe socializar con adultos”, indica.
El motor de Sandra es ser madre. Corre por sus hijos todo el día a veces sin parar. “Estoy orgullosa de mis hijos. Martina es autosuficiente y me ayuda mucho con Tomás y él ha marcado una época en mi vida donde inicié un proceso creativo donde escribí poesía, pinté e hice esculturas, todo eso nace en función a Tomás”, indicó.
El centro son mis hijos y yo trato de conciliar los ámbitos del trabajo y actividades que hago”, cierra.
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