Este domingo 29 de mayo se celebra en Chile el Día de los Patrimonios, instaurado con el fin de valorar nuestra herencia cultural en sus diversas expresiones, conectándonos con culturas, costumbres, tradiciones, historia e identidades.
Para relevar esta fecha en la comuna de Futrono, en esta columna invito a (re) descubrir la figura de un hombre que estuvo en este territorio por cinco años, corto período en el que impulsó profundas transformaciones en muchos aspectos de la localidad.
La herencia material e inmaterial que dejó este sacerdote francés, nos permite enlazar iglesia, comunidad, deporte e identidad.
- Señor, que este dolor sirva para algo, que este dolor sirva para algo -, dicen que fueron las palabras que expresó el Padre Juan, párroco de Futrono, en su sufrimiento agónico.
En una tarde de enero del año 1971 varias personas, con espanto, fueron testigos de la escena. Una persona corría en círculos por el patio contiguo a la parroquia, convertido en una antorcha humana, hasta que alguien acertó a cubrirlo con una alfombra, logrando apagar el fuego.
En ese momento se supo que se trataba del Padre Juan, quien había sufrido un terrible accidente con un calefactor a parafina que envolvió su cuerpo en llamas, en la casa parroquial que él mismo proyectó y construyó.
Minutos después fue trasladado a la posta de Futrono, y en seguida a Santiago, dada la gravedad de sus lesiones. Varios días después llegó la noticia de su fallecimiento.
Así la comunidad cristiana católica de Futrono se despidió del Padre Juan Baud Taverlet, quien llegó a la comuna en 1966, dejando una profunda huella en la comunidad, aunque el paso del tiempo y el cambio generacional hayan disipado gran parte de su recuerdo y su legado.
Este padre francés llegó a Chile junto a otros sacerdotes europeos, y se instaló en Corral, hasta que fue designado a Futrono en el año 66, instaurando los nuevos principios del Concilio Vaticano II, cuyo objetivo fue poner a la Iglesia Católica en sintonía con los nuevos tiempos que vivía la humanidad, lo que removió el piso al catolicismo de la época.
En esa línea la obra del sacerdote se hizo notar, ya que revolucionó a la comunidad católica de Futrono, cambiando las costumbres litúrgicas para sorpresa de algunos y escándalo para otros, entregando protagonismo a los pobres e indicando nuevas reglas a una sociedad local muy conservadora.
Una de las primeras acciones a su llegada fue la intervención del templo católico, ubicado como siempre en calle Padre Leodegario, y que estaba al cuidado de las monjas franciscanas.
“Para las monjas fue un terremoto'', dice una testigo de la época. “La iglesia estaba llena de estatuas, cada columna con un santo con velas, y llegó este hombre y abrió las cortinas y sacó a todos los santos, dejó solamente la imagen de la virgen y de san Conrado”.
Todo un cambio de enfoque difícil de tragar para muchos, y para entender cómo se aplicó en Futrono, el actual párroco de la comuna, el padre Nelson Huaiquimil, explica cómo se inició y aplicó el Concilio Vaticano II.
“Había un movimiento fuerte de dar pie a las comunidades eclesiales de base, y comunidad de base a la luz de las primeras comunidades bíblicas”, dice, “y encontró acá una muy buena base para que el Padre Juan pudiera comenzar a elaborar todo este esquema nuevo de eclesiología”.
Así, el misionero Juan Baud se volcó a organizar a las comunidades rurales de Futrono para fortalecer a la iglesia, entregándoles cierta autonomía para realizar actividades y validando a las personas como protagonistas de la iglesia, y no solo meros espectadores frente a las palabras de un cura.
“El clérigo dispuso que por cada comunidad debiera existir un responsable, que debía ser elegido por la mayoría y quién debería ponerse en contacto con el párroco ante la necesidad de sacramentos, yendo a su vez cada cierto tiempo a la sede parroquial para recibir formación cristiana”, dice Pablo Castillo en su tesis de grado del año 2014.
La formación de esos responsables o animadores era muy importante, por lo que debían capacitarse habitualmente para realizar su labor dentro de sus comunidades. Por eso el Padre Juan vio la necesidad de contar con un centro que hiciera posible el rol de formación cristiana.
De esa forma se construyó la casa parroquial que existe hasta la actualidad al lado del templo católico, pensada con salas para reuniones y espacios de hospedaje para recibir a estas personas que venían del campo a formarse como animadores.
En aquel tiempo la comunicación vial con los sectores rurales era difícil o apenas existente, y las llamadas Jornadas de Formación se iniciaban el viernes a mediodía y concluían el domingo después de la celebración de la Eucaristía.
En esa misma línea, su compromiso llevó a la generación de proyectos para mejorar la situación económica de las familias campesinas, como por ejemplo a través de la apicultura, entre otras iniciativas.
Así destacó su relación y favor hacia los pobres, justo en tiempos de profundas transformaciones sociales y álgidos discursos políticos, una época en que comenzaba a articularse la Reforma Agraria en Chile.
Su pensamiento inevitablemente tenía coincidencias afines con proyectos de corrientes políticas de izquierda, y aunque su posición nunca fue partidista sino de justicia social, hubo al menos un terrateniente local que lo calificó pública y despectivamente como “el cura comunista”.
Al Padre Juan le preocupaba el extendido alcoholismo que existía en la comuna, después de su muerte esa inquietud fue recogida por su sucesor, el Padre Jaime Fournier, y se proyectó la creación de un club deportivo.
En Futrono urbano existían dos clubes antagonistas: el Royal y el Audax, y (perdónenme los históricos de ambos clubes) el Padre Juan hizo saber su preocupación por la relación entre la práctica del fútbol y la ingesta de alcohol.
Y entonces surgió la idea durante una reunión en la casa del profesor Jaime Rozas, quien años después se convertiría en concejal ¡¿Y por qué no hacemos un club de fútbol que sea alternativo y ponemos que nuestros jugadores no beban?!
En esa reunión realizada en el año 1980, participaron algunos vecinos ligados a la iglesia católica, y se consensuó que ese nuevo club debía llevar el nombre de Juan Baud, por la sencilla razón de que él había sido un deportista.
El padre era aficionado al andinismo y, entre otras proezas, escaló el cerro Huequecura ubicado en Llifén. De hecho, en la casa parroquial hasta hoy se conservan un par de esquíes que le pertenecieron.
Así, hace más de 40 años, nació el Club Deportivo Juan Baud, como consecuencia directa del pensamiento del sacerdote, y cuyo logo oficial es similar al de un club famoso, y no podía ser otro más que Universidad Católica.
El paso de los años ha diluido parte de la herencia que el Padre Juan nos dejó pero, sin darnos cuenta, en forma habitual nos topamos con sus huellas.
Las nuevas generaciones lo ignoran, pero los restos mortales del Padre Juan reposan junto a la cruz mayor del cementerio municipal de calle O´Higgins, y la calle Padre Juan precisamente fue llamada así en su memoria.
Asimismo el Club Deportivo Juan Baud sigue vigente en cada encuentro futbolístico defendiendo los colores de su camiseta.
Demos una mirada atenta a la casa parroquial San Conrado, y nos daremos cuenta que su arquitectura destaca aun cuando fue levantada hace medio siglo.
El interior del templo católico cambió con la llegada del sacerdote francés hasta hoy, y fue él quien lo iluminó con luz eléctrica.
Y su principal obra, la experiencia de las comunidades eclesiales de base que él implementó, forman parte de la historia religiosa y social no solo de Futrono, sino de la Iglesia Católica chilena.
“Futrono propiamente tal está dentro de los estudios como una las tres parroquias en Chile donde se comenzaron a trabajar organizadamente las comunidades eclesiales de base rurales”, explica el padre Nelson Huaiquimil, y apunta: “Tenemos que recuperarlas y retornar a ello, quizás no con los mismos paradigmas de antes pero sí actualizados a esta época”.
De esta forma ¿queda alguna duda del aporte de este sacerdote a la historia e identidad de la comuna de Futrono? Te dejo esta reflexión para el Día de los Patrimonios.
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