Investigación se realizó en bosques y matorrales esclerófilos y bosque lluvioso valdiviano, que va desde el norte de La Serena hasta la Región de Los Lagos.
Las alarmas están encendidas hace varios años: los anfibios, en particular la ranas, están siendo diezmadas a nivel mundial por el ataque feroz de un hongo microscópico, el Bd (Batrachochytrium dendrobatidis), causante de la enfermedad emergente conocida como la quitridiomicosis. Pero no fue sino hasta fines de marzo de 2019 que se conoció el real impacto del desastre, cuando un estudio publicado en la revista Science mostró la magnitud causada por esta enfermedad. Los resultados muestran el declive de 501 especies a causa del hongo quítrido, lo que según el autor principal de la publicación, Ben Scheele, “es una estimación conservadora, siendo muy probable que muchas otras especies también se estén viendo afectadas", indicó a la prensa el ecólogo de la Universidad Nacional Australiana.
¿Qué ocurre en nuestro país? Con esta pregunta en mente un grupo de científicos de Chile e Inglaterra liderados por el Dr. Leonardo Bacigalupe del Instituto de Ciencias Ambientales y Evolutivas de la Universidad Austral de Chile, desarrollaron un estudio que muestra modelos predictivos para entender el efecto potencial de la propagación de este hongo sobre nuestra delicada fauna nativa de anfibios. “Nuestro país -dice Bacigalupe- es un hotspot de biodiversidad, que tiene una alta riqueza de especies de anfibios que sólo viven aquí (endémicos), estando muchos de ellos seriamente amenazados de extinción, como la ranita de Darwin, o la rana Chilena, la rana verde de Mehuín, así como varias ranas altiplánicas del género Telmatobious”.
En el estudio, publicado recientemente en la revista científica Ecosphere, los científicos determinaron cuáles áreas son muy idóneas (de alto riesgo) para el establecimiento del hongo Bd en la zona que incluye bosques y matorrales esclerófilos y bosque lluvioso valdiviano, que va desde el norte de La Serena hasta la X Región. Para ello, desarrollaron modelos predictivos y luego las áreas de alto riesgo se validaron a través de una exhaustiva inspección en terreno de 24 localidades.
Los principales resultados de esta investigación, muestran a Tantauco, en la provincia de Chiloé y la Patagonia y las altas cumbres de los Andes, como zonas refugio, es decir, lugares donde es menos probable que el hongo encuentre las condiciones idóneas para vivir. En contraste, áreas de alto riesgo se encuentran en La Serena, Nahuelbuta, Valdivia, Reserva Costera Valdiviana y el Parque Nacional Queulat.
Bacigalupe especifica que de las 24 nuevas localidades en áreas de alto riesgo inspeccionadas durante 2017, confirmaron que 23 tenían efectivamente individuos infectados con el hongo Bd, “Esto habla bien de nuestro modelo predictivo -indica el investigador-, pero lo fundamental es usar esta información para proteger estas áreas que merecen consideración para la vigilancia a largo plazo”, a través de monitoreo de poblaciones de anfibios para mitigar los impactos del hongo quítrido.
Los anfibios, grupo que incluye a ranas, sapos, salamandras y cecilias, respiran e intercambian agua y minerales a través de la piel. La forma en que el hongo Bd los mata es provocando un exceso de queratina en la piel, lo que impide el funcionamiento normal de su fisiología, provocando un paro cardiaco. Poblaciones de anfibios altamente susceptibles al hongo pueden desaparecer en cuestión de semanas o meses. Por eso es tan devastador, y por ello es que algunos autores del estudio casi inmediatamente después de haber publicado sus hallazgos, se reunieron con el Servicio Agrícola y Ganadero de Chile (SAG), para dar a conocer estos resultados y transmitir la urgente necesidad de elaborar estrategias y planes de prevención.
El Dr. Claudio Soto-Azat, Director del Centro de Investigación para la Sustentabilidad de la U. Andrés Bello y co-investigador del estudio, ha trabajado más de 8 años investigando al hongo Bd en Chile y sus efectos sobre nuestra biodiversidad. Explica que ”el impacto del hongo quítrido en los anfibios del mundo ha sido reconocido como la mayor pérdida de biodiversidad a causa de un patógeno conocido por la ciencia. Además, sabemos que su reciente diseminación a nivel global ha sido causada por el ser humano. Debe ser por lo tanto un deber moral detener su dispersión y mitigar sus impactos a nivel global”.
Bacigalupe indica además que esta información de poblaciones susceptibles a Bd en estas áreas “ayudará al desarrollo de estrategias de manejo para prevenir la transmisión de Bd e identificar rápidamente la llegada del mismo y mitigar cualquier efecto negativo”. Menciona como ejemplo el daño provocado por la invasión del Dídymo (Didymosphenia geminata), microalga invasora que se asienta en el fondo de rios y lagos, y que ha significado una merma importante a la salud de ecosistemas de agua dulce, con el consecuente impacto sobre la biodiversidad y a actividades productivas como la pesca recreativa. “La experiencia de lidiar con el Dídymo nos ha dejado un gran cantidad de aprendizajes acerca de cómo enfrentar plagas agresivas. El hongo Bd es inmensamente más peligroso para nuestra diversidad que el dídymo, lo que nos obliga a enfrentar el tema desde la política pública, pero con una fuerte base científica como la que estamos entregando en este trabajo.”, concluyó el investigador.
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